¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!
de las ciudades muertas!...
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!
- Soledades, A. Machado
Mientras escudriño la retirada de los últimos rayos de sol, tras las montañas que se divisan al horizonte soy, por primera vez, consciente de la dicotomía entre el día y la noche. La brisa de finales de julio desempolva mi torso a la paz que se encienden las farolas de las calles que adivino en la distancia, una tras otra, dispuestas a ser testigos de los albedríos de la vida nocturna.
Es entonces, una vez encontrada la parsimonia, cuando inconscientemente me viene a la cabeza la cara de aquel profesor de tercero de primaria del que hace 10 años que no sé nada, y me da por pensar si seguirá dedicándose a la enseñanza, si acaso ya encontró alguien con quien formar una familia, si será feliz en este preciso momento..
Seguidamente amago una sonrisa cuando me veo jugando al fútbol en la calle, junto a mi mejor amigo de primaria, y tal recuerdo motiva que pierda unos segundos intentando acordarme de por qué se bifurcaron nuestros caminos. Antes de siquiera llegar a ninguna conclusión es verano y mi única preocupación es no clavarme la válvula del neumático que mis primos y yo teníamos como flotador.
Llegados a este punto, la fina línea entre memoria y nostalgia se ha difuminado por completo. Nunca antes había caído en la cuenta de que hogaño los seis vivimos en ciudades distintas, menos aún de que hace más de seis veranos que el flotador ya no araña ningún costado.
- ¿Cómo acabaría aquel trozo de goma?- pregunta mi insomne subconsciente, asustado ante la mera idea de que el susodicho ente que tan feliz nos hizo hubiese podido terminar su ciclo apuñalado y arrojado en el contenedor, allí donde todo deja de tener historia.
Justo entonces, con las primeras estridulaciones de los grillos que me rodean, decido no querer conocer su desenlace, y el final del neumático se amontona junto a los muchos otros de cosas que una vez quise, perdí, y sin las cuales tuve que aprender a vivir.
El niño solo quería ser feliz,
hay preguntas de las que es mejor huir.